Una vez recogida la habitación salimos en busca del complejo de los juegos de invierno, donde está el trampolín, pensando que habría un lugar cerca para desayunar. No encontramos ningún bar, y cuando nos metimos de nuevo en la ciudad a pesar de que la gente aquí madruga mucho más, resulta ser que las cafeterías no abren hasta las 10, menudos cachondos.
Tras obtener los beneficios de los chutes de cafeína ponemos rumbo a München, donde adelantamos los camiones del equipo BMW Sauber F1.
Llegamos a München con idea de ver el museo BMW. Es impresionante, tanto por fuera como por dentro, es concesionario y museo a la vez, y todavía no nos hemos recuperado de la sensación que causa. Hasta que no lo ves no comprendes lo que es un museo, éste deja a Ferrari, Lamborghini y Guggenheim a la altura de la suela.
Otra cosa que nos ha llamado la atención es lo amables que están siendo con nosotros los alemanes, la verdad, pensábamos que eran ariscos.
Una vez terminamos de comer salimos a la caza del Allianz Arena que parece una rueda blanca tirada a 12 km de München.
A la vuelta cogimos el metro, que por cierto, es “gratis” para ir al ZENTRUM a Marienplatz que viene a ser la puerta del Sol de Madrid, y alrededores. De nuevo nos encontramos con españoles por todos lados y japoneses. El centro está muy chulo y es bastante tranquilo. Como aún había cosas por digerir, hemos aprovechado que detrás de la plaza hay un césped para sestear un rato mientras escuchábamos las campanas del reloj, que han durado casi 20 minutos.
Una vez saturados de Zentrum, ponemos rumbo a un pueblo de los alrededores para hacer una visitilla sorpresa. Nos encontramos con que las limitaciones de velocidad son graciosas, solo son por la noche así que para acelerar acontecimientos, nos dejamos llevar por el tráfico y volamos con el Twingo a 180, tanto, que no nos han salido las cuentas de tiempo y nos hemos pasado del pueblo.
Ahora toca acampar de nuevo, con el inri de que hace muchiiiisimo viento, puede llover y ya se ha hecho de noche